¿Para qué sirve realmente la ética?

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Para qué sirve realmente la ética de Adela Cortina, un gran ensayo apra iniciarse en la ética

Desde que hace muchos años siendo un adolescente me recomendaron Ética para Amador de Fernando Savater, tengo cierta debilidad por los libros que hablan sobre ética. Me resultan tremendamente inquietantes los dilemas de la vida cotidiana a los que suelen enfrentarnos.

En este volumen (cómpralo), el libro se centra en explicar qué es la ética, sus aplicaciones en la vida diaria, y sobre todo la búsqueda de la felicidad.

Adela Cortina es catedrática de ética y filosofía política en la Universidad de Valencia y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Y este libro es un imprescindible.

Tratar de asegurar a todos unos mínimos de justicia es condición indispensable para que una sociedad funcione democráticamente, no se puede pedir a los ciudadanos que se interesen por el debate público, por la participación pública, si su sociedad ni siquiera se preocupa por procurarles el mínimo decente para vivir con dignidad. Éste es un presupuesto básico que ya no cabe someter a deliberación, sobre lo que se de debe deliberar es sobre el modo de satisfacer ese mínimo razonable, teniendo en cuenta los medios al alcance.

Reflejar todas las reflexiones, todos los puntos de vista que plantea el libro y todos los conceptos sobre os que se habla es imposible. Así como también lo es mejorar los comentarios y las explicaciones que en él se muestran. Necesito darle 2 o 3 leídas más, reflexionar y asentar muchos conceptos e ideas y plantearme lo que dice. De momento os voy a dejar citas interesantes del libro y el esquema principal del mismo, el hilo conductor que nos va a hacer reflexionar.

Te gustará también de la misma autora Ética cosmopolita.

El libro empieza defendiendo la ética como herramientas en campos «extraños». La ética como forma de abaratar costes y sufrimientos. Con una visión a mi modo de ver y por desgracia inalcanzable, nunca se va a poder aplicar los casos que aquí indican.

…la integridad consiste en la coherencia entre las declaraciones y las realizaciones. Una caracterización que se puede compartir sin duda. La integridad -sigue diciendo- es esencial para que sean eficientes las relaciones interpersonales, porque el engaño desfigura los mensajes que transmitimos, crea un niebla y ya no sabemos de qué estamos hablando. Por eso la gente valora positivamente la integridad, porque hace que las relaciones entre las personas sean más transparentes y eficientes. La comunicación -asegura- es más fácil y barata en una sociedad e hombres veraces que en una de mentirosos.

Y tiene razón. Es agotador tener que estar siempre interpretando las medias palabras de los personajes públicos, presumir que es falso lo que dicen y tener que construir en terreno desconocido. Pero lo mismo sucede con la comunicación a través de las redes, que la mentira, la distorsión, la calumnia crean un daño incalculable.

Las profesiones

Una profesión debería de implicar un compromiso, hoy en día yo no veo nada de eso, la apatía es lo que reina por norma general dentro de los diferentes sectores y profesiones. Gente que va a trabajar y no se apasiona, gente que no le importa nada más que encontrar una solución o enriquecerse él mismo.

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Quien ingresa en una profesión se compromete a proporcionar ese bien a su sociedad, tiene que prepararse para ello adquiriendo competencias adecuadas, y a la vez ingresa en una comunidad de profesionales que comparten la misma meta.

Las profesiones junto con la educación son un punto clave, hay que formar a ciudadanos, no solo a técnicos.

la cuestión no es, pues, en las escuelas y universidades formar sólo técnicos bien especializados que puedan competir y atender a las demandas de los mercados, sean las que sean, sino educar a buenos ciudadanos y a buenos profesionales, que saben utilizar las técnicas para ponerlas al servicio de buenos fines, que se hacen responsables de los medios y de las consecuencias de sus acciones con vistas a alcanzar fines mejores.

La excelencia

Volvemos a la excelencia. Un tema que empieza a obsesionarme desde que leí el Manifiesto contra la muerte del espíritu y que empieza a ser recurrente en todo lo que leo. La búsqueda necesidad de la excelencia en nuestra vida. Es fácil que ahora encuentre referencias ala excelencia porque me fije más, desde que leí el ensayo de la burguesía. Como digo es posible, pero por todos lados veo que se resalta la falta de excelencia y la importancia de ella, pero no la encuentro en ningún sitio, por más que la busco, en productos y servicios, desde el diseño de un libro a una tienda.

Pero así como en las comunidades homéricas importaba situarse por encima de la media, el secreto del éxito en sociedades democráticas consiste en competir consigo mismo, en no conformarse, en tratar de sacar día a día lo mejor de las propias capacidades, lo cual requiere esfuerzo, que es un componente ineludible de cualquier proyecto vital.

El libro define excelencia como se entiende desde la antigua Grecia y como debemos verla en la época actual, además de hacer un repaso a las diferentes visiones educativas en cuanto a formar a los estudiantes basándonos en la excelencia o no.

A fin de cuentas, no se construye una sociedad justa con ciudadanos mediocres, ni es la opción por la mediocridad el mejor consejo que puede darse para llevar adelante una vida digna de ser vivida. Confundir «democracia» con «mediocridad» es el mejor camino para asegurar el rotundo fracaso de cualquier sociedad que se pretenda democrática. Por eso una educación alérgica a la exclusión no debe multiplicar el número de mediocres, sino universalizar la excelencia.

Tenemos que encontrar el valor de las cosas por sí mismas.

La felicidad

Me encanta el último capítulo y el repaso que le da a la felicidad, qué es y como conseguirla y como ha acabado confundiéndose en nuestra época felicidad con bienestar.

¿En qué consiste la ética?, suele preguntar el periodista interesado a lo largo de una entrevista.

«En conjugar justicia y felicidad», es la respuesta que, a mi juicio, resulta más exacta cuando las palabras están tan medidas como lo están las que pueden publicarse en un periódico.

Hemos confundido el sentido de la felicidad, lo tratamos como un objetivo y por eso no la disfrutamos.

… es el fin de la vida humana, la meta que todos los seres humanos quieren alcanzar con cada una e sus actuaciones. No una meta que está al final de la vida, como si fuera la última estación de un tren, sino la que se persigue en cada acto que realizamos, encada decisión que tomamos, en cada elección, dándole una dirección, un sentido.

La búsqueda de la felicidad tiene que estar en cada acto y cada decisión que tomemos. A lo largo del capítulo además resalta la importancia de la suerte a la hora de ser feliz. La felicidad es un estado, un tono vital que alcanzamos y que debemos disfrutar.

Y precisamente porque se busca con las distintas acciones, no es cosa fugaz, que dure unos momentos, ni siquiera unas horas o unos días. Sentir contento y satisfacción en un momento determinado tiene pleno sentido, cuando alguien ha conseguido lo que se proponía o cuando recibe una buena noticia o un buen regalo. Pero ser feliz es otra cosa, tiene que ver con proyectos e ideales que se plantean para el plazo, sea corto o largo, de la propia vida. `proyectos e ideales que sin duda pueden rectificarse y cambiarse según la experiencia, pero que no se reducen a sentirse bien, a bien-estar.

A la felicidad se le pide continuidad, es un modo de ser, no sólo un modo de estar. Se es feliz, se quiere ser feliz, no se está feliz, mientras que sí que se está sano o enfermo, disgustado o contento. La felicidad tiene que ver con una cierta permanencia del tono vital.

Se es feliz, no se está feliz. Esta frase deberíamos de grabárnosla con fuego en la frente.

Frente al significado de vida en plenitud, de vida digna de ser vivida, la felicidad va identificándose con un término bastante más modesto, pero bastante más manejable, que es el de bienestar. Estar bien depende de experiencias placenteras, de sentirse a gusto consigo mismo y con otros, con el entorno que nos rodea y con el futuro previsible, aunque sobre todo tiene que ve con el presente. Con un presente que eternizaríamos, cuando se está bien en él.

La felicidad, entendida como bienestar, consistiría en conseguir el máximo posible de bienes sensibles, el disfrute de una vida placentera. Y es entonces cuando empieza a hacerse dudoso que una felicidad, así entendida, pueda dar cabida a la justicia.

Desde hace tiempo el bienestar viene ligado a la posibilidad de consumir. Hemos creado las sociedades de consumo. Consumir es la dinámica de la vida social.

Por eso en las sociedades ricas nunca hay bastante, porque los productores crean deseos indefinidos, manipulando las motivaciones de las gentes.

El modelo que hemos creado es totalmente insoportable, la dinámica de consumo y producción va a llegar un momento que colapsará y estamos destrozando los recursos de nuestro planta

Se puede criticar lo que se quiera. Pero si el consumo es el motor de la producción, y si los ciudadanos hemos de asumir un carácter consumista para que la sociedad funcione, la cosa no tiene arreglo. La felicidad se reduce a bienestar y ese estar bien se identifica con las posibilidades de consumo.

De vital importancia

Esto no es un punto del libro sino una conclusión

La vida en plenitud no se alcanza compitiendo por el máximo, sino buscando los bienes materiales suficientes para poder llevar a cabo actividades que valen por sí mismas. La prudencia muestra que el proyecto de una vida de calidad debería prevalecer sobre el proyecto de acumular una gran cantidad de bienes. Y muestra también que una vida de calidad es la que puede mantenerse con un bienestar razonable; una vida inteligente, dispuesta a valorar los bienes que no pertenece al ámbito del consumo indefinido, sino al ámbito del disfrute sereno. Figuran entre ellos el disfrute de las relaciones humanas, el ejercicio físico, el deporte, el contacto con la naturaleza, el trabajo gratificante, y los bienes culturales, como pueden ser la lectura, escuchar música, asistir a cursos, clases y conferencias. Precisamente se trata de un tipo e actividades que no precisan producto el mercado, o sólo los tiene como ocasión.

La necesidad de cuidar, la cooperación, la dignidad, compasión, justicia, virtud, libertad, política, moral, y la suerte necesaria para ser feliz. Me dejo muchos conceptos relacionados con la ética, la felicidad y una buena vida. También se habla de Creo que si te interesa mínimamente lo que has visto en esta reseña el libro te va a encantar.

Puedes pensar que con todo lo que he dicho y citado, ya no necesitas leer el libro, pero te aseguro que no es así. Yo lo he cogido de la biblioteca pero voy a comprármelo para poder releerlo, anotarlo y saborearlo más a fondo. Para algunos será un documento de ética demasiado básico pero para los que se adentran en este mundo, puede ser un apasionante inicio.

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Léelo, te hará pensar en muchas cosas que deberían de habernos enseñado en la escuela o sobre las que deberían habernos hecho reflexionar. Seguramente el mundo sería un poquito mejor.

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